Hay 0 resultados sobre la infancia

20 Ene

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Pausa

Una vez, en un recreo —segundo grado sería—, alguien se dio cuenta de que yo tenía tetas y otro chico, de mi misma edad, me dijo:

Una vez, en un recreo —segundo grado sería—, alguien se dio cuenta de que yo...
Una playlist de 125 cuentos

17 Ene

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Anoche le contaba a mi hija el cuento de Hansel y Gretel. Y en el momento en que los hermanitos se pierden en el bosque y empieza a anochecer (en esa parte tétrica del cuento) mi hija, en vez de asustarse, me dice:

Anoche le contaba a mi hija el cuento de Hansel y Gretel. Y en el...
Una playlist de 125 cuentos

14 Ene

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Mi papá fue la persona más tímida que yo conocí en la vida. Supongo que su principal objetivo era pasar desapercibido. Era gestor impositivo. Se pasaba el día contando plata que no era de él. Y yo lo miraba todo el tiempo porque no sabía, no lo podía entender.

Mi papá fue la persona más tímida que yo conocí en la vida. Supongo que...
Una playlist de 125 cuentos

8 Ene

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Cuando cumplí ocho años, mi papá me levantó de una patada de la cama y me dijo:  «O tomás la comunión o vas a rugby, pero no te quiero los fines de semana durmiendo hasta las doce».

Cuando cumplí ocho años, mi papá me levantó de una patada de la cama y...
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15 Mar

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A los nueve años Marcelino se metió el dedo en el ombligo y descubrió, bien al fondo, un botón parecido a los que se usan para apagar la luz. Ni su mamá, ni su pediatra, ni él mismo lo habían visto nunca porque no podía verse: este interruptor estaba muy al fondo, solamente podía tocarse con la yema de los dedos. Ese día Marcelino estaba en la escuela y se preguntó qué pasaría si apretaba el interruptor. Fue un momento importantísimo de su vida. La maestra explicaba algo sobre las fracciones, y Marcelino hizo ¡clic! en el botón. Primero sintió un zumbido en la cabeza y después muchas ganas de vomitar. Tuvo que cerrar los ojos.

A los nueve años Marcelino se metió el dedo en el ombligo y descubrió, bien...
El mejor infarto de mi vida

8 Mar

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No me gustan las escenas de amor en público por algo que le pasó a un amigo de la escuela a los doce o trece años. Se llamaba Gastón Cupi y me encantaba que me invitara a tomar la leche a su casa: era siempre una aventura. En mi casa todo era normal; Chichita y Roberto eran bastante adultos, o habían madurado pronto, y yo no les podía hablar de cualquier tema, ni mucho menos hacerles cierta clase de chistes. En cambio los padres de Gastón Cupi todavía no habían madurado tanto, eran viejos de treinta y pico pero parecían más jóvenes.

No me gustan las escenas de amor en público por algo que le pasó a...
El mejor infarto de mi vida

28 May

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Me salvé de la colimba y de la guerra. Me salvé de ser vegetariano. Me salvé de muchas cosas horribles. Pero no pude esquivar la bala más dolorosa: llevar a mi hija a un concierto de Violetta. No le pude decir que no, porque en el fondo yo mismo le inculqué el consumo de cosas argentinas.
Me salvé de la colimba y de la guerra. Me salvé de ser vegetariano. Me...
El mejor infarto de mi vida

13 May

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El otro día mi hija me preguntó cómo había que hacer para escribir una poesía, y entonces le improvisé un reglamento de diez pasos fundamentales. Le dije: «Nina, escuchá muy bien este decálogo para ser poeta». Si tienen hijos, nietos o sobrinos en la edad de la inocencia, pueden arrimarlos al monitor.
El otro día mi hija me preguntó cómo había que hacer para escribir una poesía,...
El mejor infarto de mi vida

8 May

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La arquitecta Candela Prieto estaba a punto de apagar la computadora de su oficina cuando recibió un mensaje en Facebook que decía así: «Hola, me llamo Candela Prieto y tengo diez años. Te escribo desde el pasado. Primero que nada, me alegra saber que en el futuro voy a ser flaca y linda. Tus fotos del muro me encantan. ¿Me agregás como amiga?».
La arquitecta Candela Prieto estaba a punto de apagar la computadora de su oficina cuando...
El mejor infarto de mi vida

5 Dic

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Salgo muy poco, pero cuando no queda más remedio me pone muy triste ver los autos en la calle, estacionados. No puedo reconocer a ninguno, no sé de qué marca son, ni de qué país. Antes los autos eran todos distintos, como los humanos. Cuando yo era chico los autos tenían personalidad. Había autos fornidos, prepotentes; los había tímidos y perezosos. Ahora son todos igualitos: redondeados arriba, medio aerodinámicos, y de colores tristes. Antes no.

Salgo muy poco, pero cuando no queda más remedio me pone muy triste ver los...
El mejor infarto de mi vida
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