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Pausa
El equilibrio mental, por lógica, es la cordura. El surcoreano que ayer mató a treinta estudiantes en la Universidad de Virginia, estaba desequilibrado. Caminaba por la fina cuerda a una altura grande y cayó al vacío con estruendo.
Hay mil secretos para mantenerse en forma: pero el más importante es tener libertad. Cuando estás encerrado pocas veces aparecen mujeres, y entonces el hombre es dado a dejarse estar del cuerpo y del alma. Yo, por ejemplo, hace fácilmente dos años que no me corto las uñas de los pies.
Yo creo que la gente común le tiene miedo al «lavado de cerebro» por culpa de las sectas y de la película La Naranja Mecánica, pero en realidad no es algo tan malo. A mí me gusta que me laven el cerebro una vez por mes (ayer tocó), porque a la salida me siento mucho más liviano y con las ideas más claras. También un poco imantado, pero eso ya es otra cosa.
Empecé a escuchar las voces a los doce años, casi al mismo tiempo en que comenzaba a masturbarme. Eran voces dentro de mi cabeza, voces rústicas y amables que no me decían «haz esto» ni tampoco «haz lo otro». Conversaban entre ellas sin dirigirme la palabra. Yo a veces les decía: «Ey, estáis en mi cerebro, al menos prestadme un poco de atención», pero como si pasara un tren; ellas seguían hablando de sus cosas y me ignoraban. Entonces descubrí que, además de problemas mentales, yo también tenía problemas para ejercer la autoridad.
¿Cómo se llamaba el cuatro de Ferro que ganó el metropolitano del '81? ¿Quién era aquel peladito que trabajaba en La Tuerca? ¡Ay, qué facil es todo para ustedes, los jóvenes! En nuestra época, querido nieto, podíamos estar días enteros con un cosquilleo mortal en en la yema de los dedos a causa de un dato que estaba ahí, a punto de salir, y que no salía. Entre las cosas muertas del pasado, entre los cadáveres que ha dejado Google a su paso, lo que yo extraño es tener cosas en la punta de la lengua.
Tengo la teoría de que la carcaza de la cabeza tiene un espacio limitado, y que cada vez que memorizás una información, otra información ya antigua se cae, se pierde, se muere. ¿Pero escogemos lo que borramos, o eliminamos al azar? Elegir lo que vamos a olvidar es lo que diferencia a los humanos de los primates y de las cajeras del Carrefour.