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Pausa
Hace muchísimo tiempo, en un planeta que no era éste pero se le parecía un poco en el contorno de la circunferencia, hubo una raza superior a todas las que habitaron el Universo en cualquier época y en cualquier rincón. Eran bellos, inteligentes, generosos, compasivos, valientes y suaves al tacto. En su apogeo como civilización, lograron construir una sociedad perfecta: en su mundo no existía el hambre, ni el trabajo aburrido, ni los abogados, ni la enfermedad, ni la democracia. Se llamaban los metalampos.
Es difícil explicar lo que sentimos, estando aquí, tan lejos, cuando nos llegan de Argentina buenas noticias. Aunque parezca mezquino (y no lo es) la felicidad se nos empaña con el aliento de una tristeza vaga.
La estupefacción mundial por el probable enjuiciamiento, en España, de Baltasar Garzón, le llama muchísimo la atención a los españoles, que parecen descubrir ahora cuánto se respeta al magistrado fuera de sus fronteras.
A raíz de una espantosa confusión (que involucra un casete de chistes verdes de Jorge Corona colocado en el sitio incorrecto) mi hija de cinco años cree que el vocablo «guerra» es una mala palabra.