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Pausa
La última vez que estuve en Buenos Aires fue hace cinco años. No existía la Nina, ni yo sabía qué cosa era un blog. Estuve allí veinte días en los que, sin saberlo, abracé a mi abuela Chola por última vez. También conversé con gente que quiero, padecí a Racing en directo y pisé Mercedes. Llegué a Ezeiza con un presidente y me volví a Barcelona con otro. Al regresar pasaron dos cosas, al mismo tiempo, que abrieron un círculo en mi vida: empecé a escribir unos cuentos en internet y Cristina me dijo que estaba embarazada.
¿En qué se parece Racing a Pinochet? "En que los dos llevan gente a los estadios para torturarla". Esto, técnicamente, es un chiste. Pero hay veces en que el humor resulta refrescante y gracioso para un grupo, pero ofensivo y doloroso para otro. En este caso, sólo hay una cordillera que los separa. Y es entonces cuando se puede complicar mucho el estofado.
Ayer a la tarde el Caio nos dio la noticia, un poco ruborizado, pobre: «Mamá, papá, tengo novia, y esta vez vamos en serio». ¡Ay, corazones, qué alegrón más grande que me bajó por el esófago! El Zacarías, que cuando se emociona es un bruto, le palmeó la espalda al Claudio y casi le hace escupir un pulmón. «Y eso no es todo —nos dice después de toser—, la invité a cenar esta noche».
¿Por qué razón un padre de familia decide, en un momento determinado de la Fiesta, ponerse una corbata en la cabeza y arruinar años y años de ahorros e ilusión? ¿Qué titiritero invisible lo obliga? Ese es un misterio que deberían estudiar los científicos, en vez del mal de chagas.
La noche del 27 de diciembre de 2001, una semana después del caos, ya habíamos tenido cuatro nuevos ex-presidentes, y yo buscaba con desesperación, en Barcelona, un bar con TV satelital para ver a Racing salir campeón en un país que se estaba cayendo a pedazos.