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Pausa
Mi pueblo natal se llama Mercedes, está en una llanura verde de la provincia de Buenos Aires y cuando lo miro con el Google Maps tiene la forma exacta de dos alegrías que perdí: mi adolescencia y mi padre. Cuando alcancé tardíamente la madurez, a los veinticinco, el pueblo dejó de fascinarme y fui de visita cada vez menos; cuando murió mi padre, en 2008, dejé de ir para siempre.
Me da envidia la gente que vive disfrazada. Obispos, reyes, toreros. Están mucho más locos que yo, y por lo general hacen mayor daño, pero nadie los encierra. La gente disfrazada es despreciable porque toda su estirpe viene del payaso, el ser más odioso de la Tierra.