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Pausa
—¿Vos sos el jefe de Chiri? —me preguntó Nina. —No. —Entonces Chiri es tu jefe. —Tampoco, pensamos la revista entre los dos. —¿Y si no están de acuerdo en algo, quién gana?
Esta semana la revista Nature Neuroscience ha vaticinado la extinción de la caricatura del psicólogo, tal y como la conocemos: el señor adusto con pipa, apoyado en su sillón con indiferencia de tótem, mientras nosotros, pobres infelices, nos hundimos en el diván y oímos la frase típica: «Bien, hábleme de su infancia».
El doctorcito V. me recibió ayer muy serio (por lo general cuando tenemos la charla semanal siempre hace chistes) y me hizo sentar sin preámbulos. Me miró a los ojos y me preguntó: «¿Alguna vez tuviste la esperanza de salir de aquí?». Y fue la primera vez en trece años que me puse a pensar sobre la esperanza.
Mis sueños solían ser siempre horribles, hasta que descubrí que están asociados con lo que ceno antes de acostarme. Durante meses he hecho diferentes experimentos gastronómicos, entremezclados con prácticas oníricas, y he llegado a conclusiones muy útiles. Ahora reduzco todas las posibilidades a cuatro únicas clases de pesadillas, y elijo la que quiero para cada noche.
Hay un instante en la noche, antes de quedarme dormido, en el que logro pensar cosas que, casi al mismo tiempo, comienzan a ocurrir. Al principio esta magia me acojonaba mucho, porque creí que tenía que ver con mi enfermedad, pero el doctorcito V. me dijo que se trata de un estado anterior al sueño que experimenta todo el mundo, sin distinción de raza ni religión. A ti, lector, también te ha pasado y te pasa casi siempre, cuando estás muy cansado. Cierras los ojos y te metes de cabeza en «la duermevela», que es un sitio hermoso en el que haces lo que te da la gana.