Pobre Messi. Esta semana, después del partido con Alemania en Múnich, la prensa española tituló con mala leche: «Argentina hunde a Messi». Que en idioma más neutro sería decir que un equipo gris no deja lucir al niño mimado, a la luz de sus ojos.
La nueva y más flamante pesadilla del europeo, por pura casualidad del destino, es hoy un grupo incierto de africanos oscuros, subidos a una embarcación, intentando —por mar— sacar algún provecho de la riqueza ajena.