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Pausa
Entré en mi sexto año de sequía narrativa y me dediqué a compilar versiones breves y coloquiales de mis historias para ser leídas en menos de cinco minutos. Así nació el libro Una playlist de 125 cuentos.
Cuando cumplí ocho años, mi papá me levantó de una patada de la cama y me dijo: «O tomás la comunión o vas a rugby, pero no te quiero los fines de semana durmiendo hasta las doce».
Acaba de llegarme el título de propiedad de un terreno que me compré en la luna. Me costó veinte dólares, con gastos de envío aparte, lo pagué con Paypal.
Mi papá fue la persona más tímida que yo conocí en la vida. Supongo que su principal objetivo era pasar desapercibido. Era gestor impositivo. Se pasaba el día contando plata que no era de él. Y yo lo miraba todo el tiempo porque no sabía, no lo podía entender.
Anoche le contaba a mi hija el cuento de Hansel y Gretel. Y en el momento en que los hermanitos se pierden en el bosque y empieza a anochecer (en esa parte tétrica del cuento) mi hija, en vez de asustarse, me dice:
Una vez, en un recreo —segundo grado sería—, alguien se dio cuenta de que yo tenía tetas y otro chico, de mi misma edad, me dijo:
El otro día sacaba la cuenta: quince mundiales llegó a ver mi viejo en toda su vida. Desde el Maracanazo brasileño en 1950, que él tendría seis años, hasta la final en Berlín 2006. ¡Quince mundiales!
A mediados de agosto una lectora me mostró una foto de su hija, en piyama y con pantuflas, que leía muy oronda un libro mío. La foto es divertida porque la nena, que puede tener entre ocho y diez años, está cruzada de piernas y parece ajena al mundo. Al final, su madre me hace una pregunta, un poco en chiste y un poco en serio: «Casciari», me dice, «¿cuán alejados de los niños hay que tener tus libros?».
Cuando nos vinimos a vivir a Buenos Aires, teníamos dieciocho años y no nos alcanzaba para alquilar. Era la época de la hiperinflación. Entonces mi amigo Chiri y yo terminamos en la casa de una señora que se llamaba Tita; ella tampoco tenía planeada la hiperinflación y tuvo que alquilarle una pieza a dos desconocidos que venían del interior.