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Pausa
Un libro que parece de fútbol, pero no
Los relatos que componen este libro fueron escritos entre los mundiales de Sudáfrica 2010 y Brasil 2014. No todos tienen que ver con el fútbol, pero los atraviesa una sensación alarmante: la felicidad es efímera y vergonzosa como el festejo del delantero que grita el gol sin saber que, a sus espaldas, el juez de línea levantó el banderín.
Hernán Casciari nació en Mercedes, en 1971, y todo lo que sigue es relativo o fragmentario. Nadie es como informa su biografía. En realidad, nadie es de una manera única o lineal. Pensaba en esto ayer porque —en medio del rediseño de este blog— quería actualizar el apartado «El Autor». Estaba a punto de agregar datos nuevos, y de repente me quedé en blanco. ¿Quién soy realmente? Y sobre todo, ¿quién debería explicarlo?
La respuesta rápida es por mi hija, por mi esposa, porque tengo una familia catalana. Pero si me preguntan en serio por qué sigo acá, en Barcelona, en estas épocas horribles y aburridas, es porque estoy a cuarenta minutos en tren del mejor fútbol de la historia.
Menos de once segundos antes, cuando el jugador argentino recibe el pase de un compañero, el reloj en México marca las trece horas, doce minutos y veinte segundos. En la escena central hay también dos británicos y un hombre algo mayor, de origen tunecino. El deporte al que juegan, el fútbol, no es muy popular en Túnez. Por eso el africano parece el único que no está en actitud de alarma atlética.
Que me perdonen este jueves las damas presentes, pero tengo la necesidad de hablar sobre fútbol. Pero es aún peor: hablaré sobre la regla futbolística menos comprendida por la platea femenina: el offside. Yo no sé si es porque estoy viejo, o porque estoy harto de ver jugadores en la misma línea a los que no se deja avanzar, pero la posición adelantada cada vez me parece más estúpida. Y voy a explicar por qué con dos metáforas y una vieja historia.
Desde hoy y durante un mes entero me voy a poner monotemático y solamente escribiré sobre el Mundial de Fútbol. No es una decisión estratégica, sino la imposibilidad de pensar en otra cosa. Me encantaría tener otros cajones en mi cerebro, pero soy incapaz.
Con los años se aprende que no importa el fútbol: lo que importan son los preinfartos de los que te salvás. Es decir, los recuerdos imborrables que vas a atesorar para contarles a tus nietos.
Siempre fueron los países donde el fútbol es un pasatiempo. A veces prefieren el béisbol, la elección de Miss Universo o salir corriendo cuando los persigue un tigre. Siempre fueron las selecciones simpáticas de las Copas del Mundo. ¿Se acuerdan cuando los invitábamos a nuestros mundiales para sentir ternura? Los invitábamos porque eran coloridos y dicharacheros, y también porque nos encantaba hacerles goles desde afuera del área.