Play
Pausa
Durante la infancia mi mamá mandaba a mi hermana, solamente a mi hermana, a hacer los mandados al almacén de enfrente. Nunca, jamás, me mandó a mí. Yo empecé a ir al almacén a los trece años, por propia voluntad, a buscar cigarros para mí.
Ya de entrada caí mal parado. Vine al mundo justo el año en que todos éramos más pobres que de costumbre, cuando hasta los ricos y los catinga estaban también con hambre. A esa época después la iban a bautizar como el tiempo del quita y pon. Nací justo el año que el Gobierno mantuvo a la gente ocupada con el azadón para evitar los alborotos. Todos hacían trabajo inútil: los cabeza de familia, sus mujeres, y los hijos de ocho en adelante. Yo no hacía esos trabajos porque estaba recién nacido.
Hay mil secretos para mantenerse en forma: pero el más importante es tener libertad. Cuando estás encerrado pocas veces aparecen mujeres, y entonces el hombre es dado a dejarse estar del cuerpo y del alma. Yo, por ejemplo, hace fácilmente dos años que no me corto las uñas de los pies.
Ya lo he dicho muchas veces: los jueves son días de visitas. (También los martes, pero en ese caso solo familia directa). Los jueves es cuando aquí se abren las puertas y llegan personas de toda calaña: amigos, madres, exmujeres, hijos, estudiantes de fotografía, exhijos, señoritas videastas, etcétera. Los hospitales suelen ser lugares sombríos para el que llega desde afuera, y nosotros lo notamos en los gestos de quienes pisan esta tierra de nadie por primera vez. Sabemos diferenciar al primerizo. Lo olemos. Y nos gusta hacerle alguna que otra broma inocente.
Siempre tuve suerte con las mujeres. En mi adolescencia fui dicharachero y sociable. También fui guapo. Es que tengo los ojos verdes, y eso ayuda mucho. Los ojos verdes los heredé de mi padre, es una de las cosas buenas que me llevé. La nariz de mi madre. Y la barbilla, no sé. Los ojos verdes son una de las cosas que me hicieron tener gran éxito con las chicas.