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Pausa
Escribo esto la tarde del veintisiete de octubre de 2014, mientras espero que Mauro se olvide de pagar la cuota trienal del dominio Casciari.com. No creo que ocurra, porque es un tano muy despierto y metódico, pero por las dudas tengo la tarjeta de crédito a mano. Ya hice guardia vana en 2008, en 2011 y me toca de nuevo hoy. Pero esta vez no estoy solo en la trinchera: me acompaña mi hija.
Yo conocí, en Mercedes, a un grupete muy compacto de cinco amigos jóvenes que habían visto las finales del 86 y del 90 en el mismo lugar: la casa de uno de ellos. Compartieron las cábalas típicas de los sillones, del nerviosismo cortado por el porro, de los abrazos de México y los llantos de Italia.
Los escándalos por pederastia en ciertos sectores de la Iglesia Católica, que aturden a Irlanda, Alemania, Francia y Gran Bretaña, comienzan a oírse, con mayor recelo pero con firmeza, también en España e Italia, países donde la fe católica está más arraigada.
Hay un segmento en el canal EuroNews en el que ofrecen diversas noticias del mundo con imágenes y audio original, sin locutores ni entrevistas. Es un experimento informativo estremecedor que nos acerca a las realidades del mundo desde lo sensorial.
Eluana Englaro murió sin ayuda, el lunes pasado a las 20.10, mientras el Senado de Italia intentaba apurar una ley para impedir su muerte.
Una lectora sagaz me dice en el comentario 227 del artículo llamado España, decí alpiste, que Argentina no es mejor ni peor que España, sólo más joven. Me gustó esa teoría y entonces inventé un truco para descubrir la edad de los países basándome en el sistema perro. Desde chicos nos explicaron que para saber si un perro es joven o viejo había que multiplicar su edad biológica por 7. Con los países, entonces, hay que dividir su edad por 14 para saber su correspondencia humana.
De chico coleccionaba estampillas. Las que más me gustaban eran las de los países que no existían más: Letonia, Estonia y el Tibet. Ahora hay muchas más naciones que no existen, que cambian el nombre, que desaparecen. La semana pasada, mirando la inauguración de los Juegos Olímpicos, me puse a pensar cómo sería el mundo si dejaran de existir los países de siempre.