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Pausa
Ha llovido en el arenero del jardín de infantes, pero Alex y Lucas se sientan de todas formas en el suelo mojado. Es el segundo recreo y hay nubarrones oscuros en el cielo de Mercedes. Alex tiene la boca llena de una pasta celeste, y Lucas lo mira con un poco de envidia infantil.
Fría mañana de sábado en Mercedes. En la vereda oeste de la casa velatoria Rossi un pequeño grupo de personas fuma en silencio y hace tiempo para entrar. En el interior de la sala hay otros corrillos, otros grupos, que conversan en voz baja de espaldas a un ataúd donde reposa el cadáver de un viejo. Casi todos los concurrentes son personas mayores vestidas de negro. Por eso destacan, junto al féretro, dos niños de cinco años. LUCAS acaba de llegar. En cambio ALEX está allí desde temprano.
Cuando se abre el telón, Alex y Lucas ya ocupan el centro de la escena, y están conversando con tranquilidad. No tienen más de cinco años cada uno, y son amigos desde siempre. Están en el arenero de la plaza del Hospital, rodeados de moldes, baldes de colores y juguetes. Es una mañana calurosa en Mercedes.
Ocho treinta de la mañana. Es un plácido día de sol en Mercedes y todos los niños del jardín de infantes revolotean alrededor de las hamacas y los subibajas. Lucas y Alex, dos amigos de cinco años, conversan durante el recreo.
Lucas y Alex, dos amigos de cinco años, están jugando en la placita del Hospital una tarde de verano. Lucas le tira piedras a las palomas, y Alex se queda mirando a un viejo que está sentado, como dormido, en un banco de madera. Ya se barrunta la llegada del otoño porque Mercedes está lleno de hojas que crujen. Los dos niños se dejan llevar, como cada tarde, por la conversación infantil.
Lucas y Alex tienen previsto encontrarse en la placita del hospital, como cada tarde, pero una tormenta les modifica los planes. Desde sus casas, aburridos de ver el chaparrón por la ventana, se conectan a internet y mantienen su charlita de siempre, esta vez separados por seis cuadras de distancia.
Once y media de la mañana. Lucas y Alex juegan en el arenero, durante el recreo largo. Alex, más retraído que de costumbre, espera el momento propicio para confesarle algo a su amigo.
Once de la mañana, comedor de la casa de Alex. Los dos amiguitos, de cinco años, miran el Disney Channel sin ganas, mientras toman el Nesquick. Lucas hojea una revista y pone mute intempestivamente con el control remoto.
Lucas y Alex juegan en la placita del Hospital, bajo un sol radiante. Cada uno en un extremo del subibaja, conversan al ritmo del ir y venir de sus cuerpos. Tarde de miércoles en Mercedes.ALEX.- Estoy medio confundido, Lucas: ayer se me paró el pito, pero no sé si asustarme o ponerme contento.
Diez de la mañana. Alex y Lucas están haciendo monigotes de arcilla en la mesita de Sala Verde, supervisados a veces por la señorita Claudia, y otras veces solos. Los demás niños, en grupos de a dos, hacen lo mismo en otras mesas.